Esta persona ni siquiera es la sombra de la que conocí en el pasado. Su estado es deplorable. Se ve harapienta, sucia, descuidada y aturdida. Su rostro está pálido, sus pupilas dilatadas y la mirada perdida. No obstante, lo que más me inquieta es el odio reflejado en la expresión de su rostro.
―¿Creías que podías salirte con la tuya? ―niega con la cabeza―. Se necesita mucho más para deshacerse de mí.
Esboza una sonrisa siniestra.
―Lud dijo que…
Una carcajada tenebrosa evita que continúe hablando.
―¡Ese malnacido ni siquiera tiene idea! ―da un paso hacia mí, así que retrocedo uno para alejarme―. Te prometo que le haré pagar por lo que hizo ―me mira con ojos desorbitados―, pero primero voy a encargarme de ti.
Aquella amenaza me pone los pelos de punta. De repente, un destello rojizo llama mi atención. Desvío la mirada y observo la mano con la que sostiene el cuchillo. Me causa horror ver que ninguno de sus dedos tiene uña. La carne vibra al rojo vivo e incluso, se ve desgarrada. Un hilo