La doctora inclinó la cabeza, como hace alguien cuando intenta descifrar un acertijo… o una criatura desconocida, o, mejor dicho, un rompecabezas del que era demasiado complicado conseguir emparejar sus piezas en el correcto orden. Durante unos segundos, el silencio se volvió tan pesado que Brenda sintió que podía partirle el pecho en dos. Luego, la mujer sonrió.
Y fue la peor sonrisa que Brenda había visto en su vida. Una de las más terribles.
—Entonces será por las malas, y no vayas a quejarte, porque tú misma te has sentenciado a la propia muerte—susurró la vil doctora, lo hizo tan suavemente que la frase se sintió más peligrosa que cualquier grito.
Eva chasqueó los dedos en el aire.
El sonido reverberó en el aire como un disparo. En cuestión de segundos, sombras se movieron en los rincones… pero no eran sombras. Eran personas. Al menos eso parecían. Siluetas altas, cubiertas con batas, rostros ocultos tras mascarillas y gafas oscuras, como si temieran que el simple hecho de mirarl