La discusión entre los hermanos Morales y el CEO Duarte resonó durante toda la tarde en el piso de presidencia. Sofía se sentía como una muñeca de porcelana que no debía ser movida porque se podía romper, pero a la vez, no les importaba romperla. La molestia abandonó su cuerpo justo a tiempo para concentrarse en el análisis de riesgo, que era una especie de refugio contra la locura de su vida personal.
La locura que era en estos momentos.
A la mañana siguiente, llegó temprano como siempre. El escritorio de Sofía, aunque era provisional, lo fue ambientando a su gusto, pero jamás se imaginó que ya estaba cubierto de expedientes y marcadores de colores. Agradeció tener algo en el que meter su mente lejos del hotel y Alejandro.
A los pocos minutos, la suerte la abandonó, cuando la puerta de la oficina de Alejandro se abrió. Gabriel salió, con las manos metidas en los bolsillos del pantalón, luciendo la misma frustración del día anterior.
Al parecer, las cosas no habían cambiado desde ayer