La cena se alargó más de lo esperado. Se contaban anécdotas de la infancia y sin dejar por fuera, los planes de la boda. El ambiente se volvió asfixiante, cálido y familiar. Todos parecían encantados con la prometida de Alejandro, Valentina. Era una mujer de presencia tranquila y elegante. Parecida a Alejandro.Tenía esa sonrisa amable que se ganaba a cualquiera y Sofía, pese al dolor en el pecho, no pudo evitar pensar que era perfecta para él.—¿Te vas ya, Sofi? —preguntó Gabriel, sorprendido, cuando la vió ponerse de pie. Estaban en la terraza de la mansión.—Sí, tengo un examen a primera hora y la charla de prácticas laborales. No quiero llegar agotada.—Siempre tan responsable —bromeó Alejandro, dejando la copa sobre la mesa.Su voz la atravesó, se había dirigido a ella con tanto cariño, que por un segundo deseó quedarse solo para seguir escuchándolo hablar.—Ya no soy la niña que se dormía a las ocho, Ale —se obligó a sonreír.Él rió, negando con la cabeza.—Nunca dejarás de ser
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