Sofía se despertó con el corazón acelerado y extremadamente cansada porque no había dormido nada. Era como si un cronómetro invisible le recordara que el tiempo para su agonía había llegado. Después del encuentro del día anterior con su nuevo jefe, que se había transformado en un juicio personal, en el que Alejandro, era su verdugo y su juez, sabía que llevaba las de perder.
Se puso el traje sastre negro que había elegido ayer, pero hoy le añadió un toque de poder. Una camisa de seda en tono off-white con un cuello pulcro y unos zapatos de tacón medio que le daban una altura extra y un clic audible al caminar. Era la imagen de la abogada joven, bajo control y completamente inaccesible. Necesitaba esa armadura para la guerra con Alejandro.
Suspiró, y llegó al piso ejecutivo con la carta de la universidad en mano, sintiéndose una intrusa en ese hotel tan... diferente.
Al llegar, se encontró con una escena que la hizo dudar de si estaba en una entrevista o en una reunión social. Había v