Sofía sintió la punzada de la ironía mientras se vestía a la mañana siguiente. El mundo se había confabulado para darle exactamente lo que más deseaba y lo que más temía. Servido en bandeja de plata, se encontraba, Alejandro. Estar cerca de él... el hotel no era un simple edificio. Era su terreno, su reino y ahora ella iba a ser un peón en su tablero.
¿Por qué las otras empresas no pudieron contactarla?
Revisó el mensaje de texto nuevamente, tratando de encontrar un fallo. Había estudiado derecho para estar lejos de él, y resultó que su pasantía sería su calvario. Él la hacía sentir como la niña que le declaró su amor a los diecisiete, y no como la mujer de casi veinticuatro que había besado.
Se puso un traje sastre sencillo, pero elegante. Negro y sobrio. Necesitaba esa armadura. No iría a verlo como su amiga, ni como su amor secreto. Iría como una profesional.
Suspiró, al entrar en el vestíbulo del Hotel Duarte, el contraste fue un golpe duro. La universidad era de ladrillo y se pod