Mientras caminaba de regreso a su mesa, Anne pensaba para sí misma:
«No sé qué le pasó, pero sea lo que sea… está afectando a este hombre. Y yo que creía que era una muralla indestructible».
Anne volvió a su sala anexa a la presidencia, se sentó frente al ordenador y respiró hondo antes de comenzar a redactar el acta que John le había pedido.
Mientras revisaba los puntos de la reunión anterior, no pudo evitar que sus pensamientos regresaran al jefe. John Walker siempre había sido un hombre difícil de descifrar. En los primeros meses, Anne le tuvo miedo. Su frialdad, sus órdenes breves, aquella mirada que parecía atravesar a las personas sin realmente verlas… todo en él era distante, frío e impersonal.
Pero, con el tiempo, comprendió que aquella actitud no era exactamente arrogancia. Era firmeza. Y con los años aprendió a manejarlo, a entender su forma de trabajar, y a no verlo tan amenazador y temido como los demás lo percibían.
Sin embargo, desde que se casó —un matrimonio del que tod