Pero, al mismo tiempo, sintió el sabor amargo de la soledad en la boca. Porque, en el fondo, nada de aquello importaba. El mundo entero podía inclinarse ante el poder del Grupo Walker, pero su vida personal era un caos.
“Mientras el Grupo Walker domina el mundo, mi vida personal se derrumba…”, pensó, apretando el puño sobre la mesa.
Cerró los ojos por un momento; necesitaba mantener el control. No importaba lo que sintiera. En el mundo corporativo, la debilidad no era una opción. Y empezaba a darse cuenta de que Elizabeth era su mayor debilidad; ella lo desestabilizaba.
Cuando terminó la reunión con el departamento financiero, ya pasaban de las diecisiete horas, y John sintió el peso del cansancio instalarse en sus hombros. Estaba exhausto.
Todos los presentes también ansiaban el final de aquella reunión interminable. La recepción en la azotea ya había comenzado, y John lo sabía, pero los empleados salieron de la sala intentando disimular la prisa y la emoción. Las fiestas del Grupo W