"¿Trajiste lo que te pedí?", preguntó John con voz firme.
"Sí, señor." Bruce abrió el maletín de cuero y sacó una caja que contenía un celular nuevo y una tarjeta de crédito.
John miró el teléfono y la tarjeta con aire autoritario e hizo un gesto para entregárselos a Elizabeth.
"De ahora en adelante, usarás este celular. Ya contiene todos los contactos que necesitas, nada más. No te preocupes, tus archivos multimedia se han conservado. Y, como mi esposa, te doy una tarjeta de crédito ilimitada. Puedes gastar lo que quieras."
Su sonrisa era fría y calculadora.
Bruce se volvió hacia Elizabeth con visible vergüenza. Ella solo tomó el celular, rechazando la tarjeta.
"No hace falta que me des una tarjeta", dijo con firmeza y un toque de orgullo.
John esbozó una sonrisa cínica. Era buena, no podía negarlo, se portaba a la perfección con el desinterés y la ofensa.
"¿Por qué rechazas mi tarjeta?" —Dijo con sarcasmo, pero luego su voz se endureció como el acero—. Cógela. Seguro que pronto desc