Elizabeth
Elizabeth no supo cuánto tiempo permaneció allí, rezando en silencio.
Cuando salió de la habitación, la casa estaba en completo silencio; no había rastro de John, y no se atrevió a buscarlo.
Decidió explorar la casa.
La mansión era realmente enorme; tal vez la habían construido pensando en albergar a una familia numerosa... o tal vez su tamaño simplemente servía para reforzar el poder de sus habitantes.
Regresó a la sala de estar, que daba a una gran terraza y, más allá, a un vasto jardín.
El césped estaba impecablemente cortado y había flores esparcidas por todas partes en arreglos cuidadosamente planificados.
Había una cancha de tenis al fondo y una piscina infinita, digna de portada de revista.
El lugar era impresionante, pero no la conmovía. Prefería una casa sencilla, con abrazos sinceros y risas espontáneas. Un hogar de verdad, no un palacio silencioso.
Mientras admiraba el jardín, vio un coche subiendo por el camino de entrada bordeado de flores. El vehículo bordeó el