Lo que ella no sabía era que John se había quedado en la oficina hasta tarde, intentando distraerse.
Se sumergía en informes y hojas de cálculo, como si los números pudieran silenciar los sentimientos que lo atormentaban.
Así que descargó su frustración en Bruce, desaprobando todos los balances y estableciendo objetivos cada vez más exigentes.
Bruce, por su parte, pensaba que lo que su jefe proponía era absurdo. Cuando intentó discutir, lo interrumpieron de inmediato:
"Haga lo que le digo", dijo John con brusquedad.
"Sí, señor", respondió Bruce con voz cansada.
Estaba acostumbrado a la dureza de John, pero últimamente, el mal humor de su jefe se había vuelto insoportable.
Era duro con todos; nada era bueno. Ni siquiera los mejores informes escapaban a las duras críticas, lo que dejaba al equipo en vilo.
John y Bruce solían tener una buena relación laboral, con ocasionales momentos de relajación. Pero desde el anuncio de la boda, el temperamento de John había empeorado visiblemente, e