John , Daniel e Marcus
Era temprano cuando los tres tomaron la carretera rumbo a las montañas. No tenían prisa. El plan era sencillo: recorrer las ciudades serranas, explorar algunas rutas, hablar poco, o mucho, y quizá pasar la noche en algún hotel.
John conducía su BMW con firmeza, la visera del casco ligeramente entreabierta para sentir el aire frío en el rostro, como si el viento pudiera, de alguna manera, llevarse los pensamientos que lo atormentaban.
Pasaron el día serpenteando por las carreteras sinuosas, deteniéndose en miradores y en algún restaurante para estirar las piernas.
Ya caía la tarde cuando llegaron a una pequeña ciudad conocida por su gastronomía y tranquilidad. Las calles y las casas antiguas parecían resistir al paso del tiempo. Al cruzar el centro, avistaron una cafetería de fachada clásica, con un deck y amplias ventanas.
Aparcaron las motos. El ronquido de los motores no causó alboroto; era común que motociclistas pasaran por allí.
El interior de la cafetería