Elizabeth
El señor Frank West guiaba a Elizabeth por el inmueble con la calma de quien conoce bien cada rincón del lugar. Había regresado recientemente a la ciudad y, al enterarse de su interés, se puso en contacto con ella para programar una visita.
Elizabeth analizaba el espacio con atención. Era un inmueble de dimensiones agradables, ni demasiado grande ni demasiado pequeño, ideal para algo íntimo y acogedor, exactamente como ella soñaba. Sus ojos recorrían cada detalle del salón principal, imaginando las mesas dispuestas bajo una luz suave, el aroma que saldría de la cocina y las especias flotando en el aire.
—Entonces, ¿qué le ha parecido, señorita? —preguntó el señor West, un hombre alto, de expresión serena, de unos sesenta años y voz pausada, casi paternal.
—Me ha gustado mucho. Tiene potencial —respondió ella, caminando con pasos tranquilos por el lugar.
Él la acompañaba de cerca mientras ella exploraba cada espacio con una mirada crítica y, al mismo tempo, encantada. Al entr