-Thomas Scott Soré -
Cuando dejo de escuchar voces en la habitación de Alma decido levantarme para volver a mi penthouse. No sé que mierda sigo haciendo aquí si ni siquiera puedo acercarme a ella «porque tú no quieres, asume»
Con la tranquilidad que no tengo salgo de mi antigua habitación y camino a paso lento acompañando de mi fiel bastón, pero la curiosidad me carcome, así que me paro frente a la habitación de ella y con cuidado tomo la manilla y abro.
-Jamás cambias enana.-digo bajito y me adentro en la habitación. Alma y su amiga están dormidas sobre el edredón y Salem, mi viejo amigo duerme como rey sobre la cabeza de mi enana.
Acaricio el pelaje del felino que me mira con un solo ojo abierto y luego vuelve a dormir.
Como puedo, me agacho y beso la frente de mi preciosa enana, es que está tan bella con su cabellera larga hasta la cintura y coloreada de un rojo furioso, que hace que su piel de porcelana se vea como si reluciera. Ella se remece ante mi intrusión y vuelve a aco