—Thomas y Alma—
Una semana después…
—Oye enana, ¿tu crees que algún día nos perdonen por todo esto que hicimos?
—Mamá por lo menos sí, ya lo hablé con ella y aunque los gritos se escucharon de aquí al otro lado del mundo; ya me perdonó, también lo hará contigo, sólo dile la verdad, a ti te aguanta más que a mí.
—Es extraño que cada vez que estamos juntos inventemos una mentira para salvar a los demás, ¿es que seremos mentirosos compulsivos? Porque no me imagino otra cosa.
—Pero esta vez nos pasamos, cuatro años para este maldito espectáculo, Thomas. Debimos decirles hace dos años que habíamos hablado y que lo habíamos solucionado.
—¿Para qué? ¿Para que supieran que lo nuestro definitivamente no tenía vuelta atrás? Entiende igual te quería.
—No me recrimines por haberte enamorado de la kinesióloga, la chica era guapa y tenía sus atributos. Me costó, pero lo entendí, fue un flechazo el que tuvieron, pero tu seguías como el perro del hortelano, no comías ni dejabas comer.
—Pesada, pero e