Aún con las evidencias pasando por sus manos no podía evitar mirar los mensajes de Alexander llegando a su teléfono.
—Tus ronquidos son adorables.—Eres mucho más agradable mientras estás dormida.—E increíblemente pesada para alguien que luce tan atlética.¿Un hombre que parecía tan dulce podía estarle mintiendo realmente? ¿Podía ser tan peligroso como señaló Roberto? Prefería seguirlo ignorando mientras no supiera que hacer con la información que tenía.Las horas pasaban y el teléfono vibraba intermitentemente sobre la mesa de centro, iluminándose con cada nuevo mensaje de Alexander preguntando si estaba bien de forma insistente.Daniela observaba los textos desde el sofá, con el televisor encendido, buscaba en las tenelovelas distracción de sus pensamientos.Los dedos entrelazados sobre su regazo, como si contener sus manos pudiera contener también el torbellino en su interior. ¿Cómo podía el mismo hombre que