El restaurante estaba en calma, iluminado por pequeñas lámparas moviles que proyectaban sombras danzantes sobre las paredes. Daniela cortaba con precisión un trozo de carne, concentrada en el plato, mientras Alexander observaba con una sonrisa divertida.
—Tienes un apetito admirable —comentó él, inclinándose ligeramente hacia adelante—. No muchos pueden disfrutar de la comida con tanta… dedicación.
Ella alzó la vista, sosteniendo el tenedor con elegancia.
—Cuando algo me gusta, no veo razón para contenerme —respondió, dejando caer las palabras con intención.
—Esa filosofía podría aplicarse a muchas cosas en la vida. Es hermoso ver una mujer con tanto apetito — Alexander rio suavemente, descansando el codo sobre la mesa. —Aunque me hace preguntarme como conservas tan buena figura.
—¿Incluyendo los negocios? —preguntó ella sorteando el comentario sobre su cuerpo, refiriéndose a la filosofía de la que él había hecho mención.
—Depende del negocio —replicó él, manteniendo el tono