Los disparos resonaron contra las paredes del callejón, haciendo eco en la noche moscovita. Alexander empujó a Daniela detrás de un contenedor de basura justo cuando una ráfaga de balas impactaba contra el metal.
—¡Maldita sea! —maldijo Alexander, sacando su arma—. Dimitri nos tendió una trampa desde el principio. A su lado, Astrova ya tenía su propia pistola en mano, los ojos brillando con una mezcla de adrenalina y furia. —Tú y tus nobles intenciones nos metieron en esto —le espetó a Alexander antes de asomarse y disparar dos tiros precisos. Un grito en la distancia confirmó que al menos uno había dado en el blanco. Daniela, con el corazón golpeándole las costillas, intentó controlar su respiración. —¿Ahora qué? —preguntó, apenas audible sobre el sonido de las sirenas que se acercaban. —Nos separamos —decidió Alexander rápidamente—. Astrova, lleva a Daniela por la izquierda. Yo distraer