La mansión de Kolesnikov brillaba como una joya sobre los acantilados del Báltico, sus ventanales iluminados proyectando reflejos dorados sobre las olas negras que golpeaban las rocas treinta metros más abajo. Dentro, cien de las personas más ricas y peligrosas de Europa del Este bebían champán Dom Pérignon de 1996 y fingían interés en la subasta benéfica para niños refugiados.
Daniela ajustó el broche de diamantes falsos en su escote mientras recorría la sala con una copa de vodka congelado en la mano. Cada paso de sus Louboutin de aguja resonaba sobre el mármol veneciano, calculado para llamar la atención justa. Su mirada se encontró con la de Alexander, disfrazado de camarero con una peluca rubia ridícula y gafas de sol dentro del salón. Un casi imperceptible movimiento de cabeza: Todo listo.El Chagall original, "El Violinista Azul", colgaba en un nicho blindado en la galería privada, protegido por un sistema de láseres que Alexander había desactivado con u