Roberto masticaba el último pedazo de pan con huevo cuando su teléfono vibró. El mensaje de su "socio" en el Registro Civil apareció en pantalla:

—Tengo información para ti, ven a verme.

El encendió su tercer cigarrillo de la mañana mientras esperaba en el parque frente al malecón de la bahía matancera. El sol ya quemaba, pero a él le daba igual. Tenía más calor interno por la información que le había llegado. Las gotas de sudor le resbalaban por la nuca mientras revisaba constantemente el celular, los dedos inquietos golpeando el banco de cemento.

—Tardaste, cabrón —le espetó cuando un hombre delgado con gafas de sol y una camisa amarilla desteñida se sentó frente a él.

—La información demora asere, no todo depende de mí —respondió el tipo, sacando una carpeta manchada de café que parecía haber pasado por varias manos—. Tu ruso es interesante. Ese tipo no es un simple yuma, es un empresario de los duros.

Roberto abrió la carpeta con dedos ansiosos, notando cómo el borde esta