El camión de Yuri olía a gasolina y tabaco negro mientras atravesaban las calles secundarias de Moscú, evitando los puestos de control. Alexander observaba por los retrovisores, asegurándose de que nadie los siguiera, mientras la lluvia comenzaba a golpear el parabrisas.
—El Chagall original nunca estuvo en el Pushkin —Yuri gruñó, ajustando el volante con sus manos enormes—. Astrova lo vendió hace tres años a Vadim Kolesnikov, ese vampiro estonio que tiene su guarida en Tallin. Lo que intentaron robar era una de sus famosas copias.Daniela se inclinó hacia adelante desde los asientos traseros, el cuero frío del asiento crujiendo.—¿Por qué no lo dijo desde el principio?Yuri lanzó una carcajada áspera que se mezcló con el traqueteo del motor.— ¿A Astrova? —mascó su cigarrillo—. Esa zorra guarda rencores como el Kremlin guarda secretos. Sabía que su Alyosha caería en la trampa de Dimitri, y preparó todo para verlo humillado