—Dime que esto no no es una trampa y que no va a salirse de control como todas tus apariciones públicas. No voy a permitir que pongas en riesgo mi trabajo.—dijo Isabella, ajustándose el vestido negro que parecía diseñado para dominar el mundo.
—No es una trampa —respondió Alex mientras caminaban juntos por la alfombra del hotel cinco estrellas—. Es solo una cena corporativa… con periodistas, inversores, cámaras y gente esperando ver si nos odiamos o si ya nos casamos en secreto.
—Perfecto. Entonces disimula tu sonrisa de “me voy a portar mal”.
—Creeme, estoy haciendo un esfuerzo sobrehumano.
Ambos entraron, el salón estaba esplendido, las luces cálidas, las mesas impecables, los nombres en las mesas en tarjetas doradas. Isabella se sentó, cruzando las piernas con una elegancia letal. Alex se acomodó a su lado.
Todo iba bien … hasta que alguien más se sentó en la mesa.
—¿Me extrañaron?
Celeste, tenía un vestido rojo, labios rojos y sus intenciones más roja todavía.
—No —dijeron Isabell