Celeste bajó su copa con fuerza sobre la mesa al ver que los minutos pasaban y… nada. No había noticieros mostrando con su “bomba”, ni redes sociales incendiadas, ni siquiera un mísero tuit replicando la información que había filtrado. Entró en los portales de noticias, uno por uno, actualizándolos compulsivamente y. O encontró nada.
—¿Qué rayos está pasando…? —susurró.
Revisó los correos de confirmación. Todos estaban allí. Las direcciones eran correctas. Todo había sido enviado. ¿Entonces qué estaba fallando?
Marcó a uno de sus contactos de los medios, pero nadie respondió. Intentó con otro. Buzón de voz. Incluso el periodista al que había pagado directamente para asegurar la difusión…coquí… desaparecido.
El vaso cayó al suelo. Ni siquiera lo notó.
Celeste sintió el corazón golpearle el pecho. Un sudor frío le recorrió la espalda. Caminó de un lado a otro, como una fiera enjaulada. Luego encendió la televisión, desesperada. Un noticiero internacional. Reportaban sobre una tormenta t