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Presentaciones y Miradas Intensas

Monique no pudo evitar sonreír al contemplar su reflejo en el espejo. Su apariencia era sencilla, pero su belleza natural resaltaba con elegancia. Se había maquillado ligeramente: sus mejillas y labios ya tenían un tono rosado natural, y sus pestañas largas y curvas no necesitaban mucha ayuda. No requería de un maquillaje cargado para la ocasión; después de todo, solo se trataba de una cena familiar. Aun así, Monique se había esmerado en lucir lo mejor posible frente a la familia de Joshua.

Esa noche sería otra cena familiar con los Shaw, y no era la primera vez que asistía. Ya había acompañado a Joshua en varias reuniones familiares. Sus padres, especialmente Clarinda, siempre la habían recibido con calidez. Clarinda la adoraba por su hijo y se mostraba sinceramente complacida con ella. La primera vez que Joshua la presentó como su novia, Monique sintió una mezcla de nervios y temor. Le preocupaba que la familia de Joshua no la aceptara. Se lo confesó a Joshua, quien la tranquilizó asegurándole que no tenía nada de qué preocuparse, que sus padres eran personas bondadosas y que la querrían. Sus palabras lograron aliviar parte de su ansiedad.

Joshua tenía razón: sus padres eran amables, sobre todo Clarinda. Desde el primer momento la trató como si fuera su propia hija. Con el tiempo, ambas se hicieron más cercanas, incluso compartiendo salidas cuando sus horarios lo permitían. Clarinda solía invitarla a ir de compras y, en ocasiones, hacía de acompañante en las citas de ella y Joshua, aunque él solía quejarse. Pero no tenía más remedio: si protestaba, su madre lo reprendía de inmediato.

Monique sonrió al recordar esos momentos. Se observó una vez más en el espejo de cuerpo entero, asegurándose de que su atuendo fuera apropiado para la ocasión. Quedó satisfecha con su elección: un elegante vestido de hombros descubiertos que caía justo por encima de los codos, acompañado de sandalias de tacón bajo. Llevaba el cabello trenzado, con algunos mechones sueltos que enmarcaban delicadamente su rostro, realzando su encanto natural.

Abrió el cajón y sacó el juego de joyas que Joshua le había regalado en su aniversario el año anterior: unos pendientes de diamantes que colocó con cuidado en sus orejas y un collar que abrochó con delicadeza alrededor de su cuello.

Sonrió una vez más al mirarse en el espejo. Satisfecha con su aspecto, se apartó de él, tomó su bolso del sofá y guardó dentro su teléfono móvil.

Al salir de su habitación, se dirigió al salón de su condominio. Se sentó en el sofá mientras esperaba a Joshua. Él le había dicho que pasaría por ella, y más temprano la había llamado para avisarle que ya estaba en camino. Al mirar su reloj, calculó que debía llegar en cualquier momento.

Efectivamente, unos cinco minutos después, escuchó el timbre de la puerta. Se levantó y caminó hacia la entrada para abrirle.

Una sonrisa automática iluminó su rostro cuando sus ojos se encontraron con los de Joshua. En ese momento, él lucía especialmente atractivo con una camisa blanca de manga larga, arremangada hasta los codos. Monique notó la admiración reflejada en su mirada.

—Hola —la saludó con una sonrisa, y sin dudarlo, se inclinó para darle un beso rápido en los labios—. ¿Vamos? —le dijo, ofreciéndole la mano.

Ella asintió y cerró la puerta del condominio. Sus ojos se detuvieron un instante en la mano que él le extendía; la observó brevemente antes de colocar la suya sobre la de él. Joshua entrelazó sus dedos con los suyos y comenzaron a caminar juntos.

Al llegar al auto, Joshua soltó su mano y le abrió la puerta. —Sube —le dijo con una sonrisa.

Monique le devolvió la sonrisa antes de acomodarse en el asiento del copiloto. Él cerró la puerta con cuidado y rodeó el auto para sentarse al volante.

Ambos se colocaron el cinturón de seguridad. Joshua encendió el motor, y el vehículo comenzó a moverse. El silencio fue interrumpido por el sonido del teléfono de Joshua.

—Amor, ¿puedes contestar por mí? —le pidió con voz tranquila.

—Está bien —respondió ella, estirando la mano hacia el teléfono que descansaba en el tablero para contestar—. Oh, es Clarinda —dijo al ver el nombre de la madre de Joshua en la pantalla. Luego atendió la llamada—. ¿Hola?

—Oh, Monique —se escuchó la voz cálida de Clarinda al otro lado de la línea.

—Hola, Clarinda —la saludó con amabilidad—. Contesto yo porque Joshua está manejando. ¿Qué tal?

—Solo quería preguntarle a Joshua si ya pasó por ti —respondió Clarinda.

—Sí, ya lo hizo —confirmó Monique.

—Perfecto. Los esperaremos aquí. Voy a volver a llamar a Jacob; parece que no logro comunicarme con él —explicó Clarinda.

—De acuerdo —contestó con respeto—. Nos vemos pronto —añadió antes de finalizar la llamada.

Joshua la miró de reojo mientras ella colocaba el teléfono de nuevo en el tablero. —¿Qué dijo mamá? —preguntó él.

—Iba a preguntarte si ya me habías recogido —respondió ella con una leve sonrisa.

Él sonrió también, divertido. —Parece que mamá está emocionada por verte —comentó.

Monique soltó una risita. —Yo también estoy emocionada por verla. Hace tiempo que no nos vemos —dijo. Últimamente había estado muy ocupada en la clínica veterinaria y no había podido visitar la casa de los Shaw. Aun así, solía llamar a Clarinda con frecuencia para saber cómo estaba. Seguramente Joshua le había contado que andaba con mucho trabajo, porque Clarinda no la había estado insistiendo para salir.

—También dijo que llamaría a Jacob, que no puede comunicarse con él —añadió Monique.

Joshua suspiró. —Ese hermano mío… A lo mejor se está echando atrás —murmuró—. Le dije que viniera a la cena familiar para poder presentarte con él.

—Él ya me conoce —rió ella suavemente.

—Pero no sabe que eres mi novia —señaló Joshua, lanzándole una mirada significativa.

Monique se llevó una mano a la cabeza. —Solo quería que tú me presentaras —explicó. Ya le había contado a Joshua sobre sus encuentros con Jacob: cuando se le reventó la llanta del coche y él la ayudó, y también cuando la llevó hasta su condominio. Monique solía contarle todo lo que le ocurría, así que aunque no se conocieran en persona, Joshua estaba al tanto.

—Sí, claro que lo haré. Te presentaré con él —le aseguró Joshua.

Ella le sonrió, y continuaron charlando durante el trayecto. Sin darse cuenta, ya habían llegado a la residencia de los Shaw.

Joshua aparcó el auto en el garaje. Tras apagar el motor, salió y rodeó el vehículo para abrirle la puerta a Monique.

—Gracias —dijo ella al bajar.

Él le devolvió la sonrisa y, con un gesto protector, colocó una mano en su cintura mientras la guiaba hacia la entrada de la casa.

—Monique…

Monique no pudo evitar sonreír al ver a Clarinda. Se separó del lado de Joshua y caminó hacia ella.

—¡Clarinda! —la saludó con entusiasmo mientras se acercaba, y enseguida la abrazó—. ¿Cómo estás? —preguntó al soltarla.

—Estoy muy bien —respondió Clarinda con una sonrisa cálida—. ¿Y tú, cómo has estado?

—Yo también estoy bien —contestó Monique.

—Qué bueno. Cuando no estés tan ocupada, vayamos de compras —sugirió Clarinda con entusiasmo.

Monique sonrió. —El próximo fin de semana no tengo planes —respondió.

—Perfecto. Vamos al centro comercial. Quiero comprarme un bolso —dijo Clarinda.

—Claro —aceptó Monique enseguida. Sabía que a Clarinda le encantaban los bolsos; tenía una gran colección de marcas de diseñador.

—Ma, yo no voy —intervino Joshua, que había estado escuchando su conversación—. No quiero ser el cargador de bolsas otra vez —bromeó.

—Está bien. Mientras tu novia me acompañe todo el fin de semana, no hay problema —replicó Clarinda con una sonrisa traviesa—. Ven, Monique —añadió, tomándola del brazo y arrastrándola con cariño hacia la cocina.

Monique no tuvo más remedio que seguirla, riendo entre dientes. Al llegar, se sorprendió al ver la mesa llena de platillos deliciosos; parecía un banquete.

—Ma, ¿estamos en una fiesta o qué? —preguntó Joshua divertido.

Clarinda soltó una carcajada ante el comentario de su hijo.

Monique también rió y luego preguntó: —Hmm… ¿dónde está Gilberto? —refiriéndose al esposo de Clarinda y padre de los gemelos.

—Aquí estoy —escuchó la voz familiar de Gilberto detrás de ella.

Al girar, lo vio apoyado en el marco de la puerta de la cocina. Sonrió al encontrar su mirada.

—Hola, Gilberto —lo saludó con afecto.

—Aquí, todavía luciendo guapo —bromeó él con un tono juguetón.

Todos rieron ante su comentario. —Qué coqueto, Pa —dijo Joshua sonriendo.

—Solo digo la verdad. Si no hubieras heredado mi buena apariencia, ¿crees que Monique estaría contigo? —replicó con picardía, provocando más risas.

—Dije que te veías guapo, ¿no? —respondió Joshua divertido.

—Los dos son unos descarados —intervino Clarinda entre risas—. Vamos, siéntense antes de que el viento se los lleve.

Padre e hijo rieron de nuevo ante la ocurrencia de Clarinda, y Monique no pudo evitar sonreír. Esa era una de las cosas que más le gustaban de la familia Shaw: eran alegres, espontáneos y, a pesar de su posición acomodada, muy humildes.

Joshua apartó una silla para ella. —Gracias —le dijo Monique con una mirada agradecida.

Él también ayudó a su madre con la suya antes de sentarse junto a Monique.

—¿Y Jacob, Ma? —preguntó Joshua al cabo de un momento, al notar su ausencia—. ¿Lo llamaste?

Clarinda asintió. —Sí, hablé con él y me dijo que justo estaba saliendo de su condominio. Esperemos un poco más; debe estar cerca.

Todos aguardaron la llegada de Jacob. Monique, con disimulo, miró la hora en su reloj de pulsera y notó que ya llevaba cinco minutos de retraso.

—Aún no llega… voy a llamarlo de nuevo —escuchó decir a Clarinda. Por el rabillo del ojo vio cómo sacaba su teléfono celular para marcarle. Pero antes de que pudiera hacerlo, una voz familiar interrumpió el momento.

—Perdón por llegar tarde —se disculpó el recién llegado con su profunda voz de barítono.

—Pensamos que no ibas a venir —le dijo Joshua a su hermano gemelo.

Jacob no respondió de inmediato. Monique, curiosa, dirigió la mirada hacia él y no pudo evitar sonreír al descubrir que la observaba… no con una simple mirada casual, sino con una intensa y prolongada que la hizo contener el aliento.

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