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Lazos Gemelos, Amor Inesperado

—¿Qué haces aquí? —preguntó, encontrando la mirada de su hermano, su expresión sin cambiar. Al mirar a Joshua, era como si se estuviera mirando en un espejo.

Jacob no tenía idea de que Joshua iba a visitarlo; no le había avisado con anticipación. Su gemelo había tenido suerte de encontrarlo en casa. Jacob había planeado salir del departamento e ir al bar, pero había cambiado de opinión y decidido quedarse. Pensó que podía simplemente tomar algo en casa, ya que tenía cerveza enlatada en el refrigerador. Incluso había pedido algunos bocadillos a domicilio.

Jacob notó que Joshua levantaba una ceja.

—¿Acaso no soy bienvenido? —preguntó Joshua, evitando su pregunta. El ceño de Jacob se profundizó cuando Joshua entró en su departamento sin invitación.

Jacob soltó un profundo suspiro y cerró la puerta detrás de él.

—¿Qué estás haciendo realmente aquí? —preguntó mientras Joshua se plantaba frente a él al entrar.

Joshua estaba a punto de responder cuando ambos escucharon ladrar a un perro. Dirigieron su atención al dóberman de Jacob, Lucky.

—Lucky, ven aquí —llamó Jacob, y Lucky se acercó. Le acarició suavemente la cabeza para calmarlo.

—¿Desde cuándo te gustan los perros? —preguntó Joshua con curiosidad, observando la escena entre Jacob y el perro, sus ojos reflejando su interés.

—Desde ahora. ¿Hay algún problema? —respondió Jacob.

Joshua se encogió de hombros con una sonrisa irónica.

—Ninguno. Solo me sorprende. Antes nunca te habían interesado los perros.

Joshua tenía razón. Jacob nunca había tenido inclinación por cuidar perros, simplemente porque no tenía tiempo. Era un adicto al trabajo, siempre ocupado con sus labores. Sabía que tener un perro sería injusto para el animal, ya que no podría brindarle la atención y cuidado necesarios.

Hasta que su mente cambió. Y la razón de ese cambio era una mujer que había ocupado sus pensamientos durante los últimos días.

Monique.

No podía entenderse a sí mismo del todo, pero una parte importante de él quería verla constantemente. Para ser sincero, su primer encuentro unos días atrás no fue intencional; fue pura coincidencia. Pero debía admitir que, cuando fue a su clínica veterinaria, lo había planeado. Descubrió que ella era doctora en veterinaria y tenía su propia clínica. Para no parecer un acosador, se preparó para el encuentro. Compró un perro para tener una excusa para verla. El perro se convirtió en su pretexto para estar cerca de ella.

Jacob no comprendía sus propios sentimientos. Para ser sincero, le eran desconocidos. Nunca había sentido algo así por una mujer. Era como si, desde el primer encuentro, ella ya hubiera ocupado un lugar en su mente. Y ahora, tras solo un vistazo, quería volver a verla. Eso era exactamente lo que sentía por Monique, algo que jamás había experimentado con ninguna otra mujer.

Debía admitir que muchas mujeres habían pasado por su vida. Tenía necesidades como cualquier hombre, pero nunca había sentido por ellas lo que sentía por esta mujer. Ni siquiera sabía si lo que sentía podía llamarse “amor”, porque nunca había estado enamorado antes. Solo había tenido aventuras con mujeres, y todas habían sido consensuadas. Suspira y sacude la cabeza.

Le indicó a Lucky que se retirara, y como el perro estaba bien entrenado, obedeció de inmediato. Volvió a mirar a su hermano gemelo y finalmente preguntó:

—¿Qué te trae por aquí?

—Mamá me envió —respondió Joshua.

—¿Por qué? —inquirió Jacob. La última vez que Joshua había ido a su departamento, su madre lo había acompañado. Su madre se había enterado de su regreso a Estados Unidos y le había dado una seria reprimenda por no avisarle. Jacob había mantenido su regreso en secreto a propósito, porque no quería que su madre lo convenciera de quedarse definitivamente, subrayando la necesidad de que ellos se reencontraran primero.

—Mamá dijo que mañana cocina y quiere que cenemos allá —contestó Joshua.

—Estoy ocupado. No puedo… —comenzó Jacob.

—¿Quieres que mamá te lo diga directamente? —lo interrumpió Joshua—. Yo hablaré con ella y le diré que no…

—Está bien, está bien —cedió Jacob, interrumpiéndolo.

Notó una sonrisa burlona en el rostro de Joshua.

—¿Así que aceptas, eh? —bromeó.

Jacob simplemente asintió. Accedió porque no quería que su madre siguiera molestándolo. Sabía que ella no se detendría hasta salirse con la suya.

Joshua le informó la hora de la cena familiar:

—Y no llegues tarde. Ya sabes cómo le molesta a mamá esperar en la mesa —añadió.

—Lo sé —respondió Jacob. Su madre había sido así desde que eran niños. No soportaba esperar a la hora de la comida, así que siempre se aseguraban de llegar puntuales.

—Y de paso, te voy a presentar a alguien en la cena familiar —mencionó Joshua.

—¿Una chica? Perdón, no me interesa —bromeó Jacob, encogiéndose de hombros.

Joshua se rió ante su respuesta.

—Idiota —murmuró—. Te voy a presentar a mi novia —dijo entre risas.

Jacob no pudo evitar levantar una comisura mientras miraba a su gemelo.

—Alguien cometió un error al elegirte, ¿eh? —comentó.

Joshua le sonrió con complicidad.

—Es como si dijeras que nadie cometería ese error contigo. Somos gemelos idénticos, ¿recuerdas?

Jacob no respondió; simplemente asintió.

—¿Y tú? —preguntó Joshua un momento después.

Jacob levantó una ceja.

—¿Y yo?

—¿No tienes novia para presentarnos? —inquirió.

Por alguna razón, la imagen de Monique apareció de repente en la mente de Jacob al escuchar esa pregunta.

—Pronto —respondió Jacob, perdido en sus pensamientos sobre Monique.

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