—¿Mami?
—¿Hmm? —respondió Monique a su hija Maxine, quien intentaba llamar su atención mientras ella le cepillaba el largo cabello. En ese momento estaban en su habitación, mientras Mason, el hermano gemelo de Maxine, permanecía en la sala.
—Nos llamaron a la Oficina del Director —le informó Maxine, haciendo que Monique se detuviera de inmediato. Era la primera vez que alguno de sus hijos era citado allí. Conocía bien a los gemelos: ambos eran obedientes y educados. Estaba segura de que no habrían hecho nada malo como para que los llamaran a la oficina.
No pudo evitar fruncir ligeramente el ceño mientras miraba a su hija. —¿Por qué los llamó el Director? ¿Hicieron algo? —preguntó apresurada.
Maxine negó con la cabeza ante las preguntas de su madre. —No hicimos nada, Mami. Mason y yo nos portamos muy bien. Te lo prometo —dijo, levantando la mano derecha como si hiciera un juramento.
Monique le creyó; nunca había criado a sus hijos para que mintieran. Siempre habían sido niños responsab