MILA
El aire del aeropuerto es fresco, impregnado del aroma del café para llevar, del olor metálico de las maletas y de la anticipación de los viajes. Pero nada de esto me afecta realmente. Todo lo que veo, todo lo que siento, es a Nolan.
Camina a mi lado, su uniforme impecable, su porte orgulloso y seguro, pero sus ojos brillan con una luz que reconozco: la que tenía esta mañana, suave, frágil y llena de atención hacia mí.
— Me miras demasiado, me provoca suavemente al tomar mi mano.
— ¿Yo? Solo estoy constatando, digo apretando nuestros dedos juntos, disfrutando de este contacto que me reconforta en cada instante.
Ríe, esa risa cálida que me hace vibrar por dentro, y lo miro con diversión, consciente de que nunca he estado tan tranquila y segura a su lado. Cada gesto es un recordatorio de la mañana pasada, del desayuno robado a los besos ligeros, y del momento en que compartimos nuestros miedos y nuestras palabras dulces.
En el coche que nos lleva al avión, siento su mano deslizarse