MILA
Creo que me hundo un instante, aturdida, con los párpados pesados, mi cuerpo aún entumecido por la éxtasis. La habitación está caliente, saturada de nuestros olores. Las sábanas se adhieren a mi piel húmeda, y su aliento regular contra mi cuello me calma un breve momento. Me digo que nos vamos a dormir ahí, entrelazados, saciados, pegados el uno al otro.
Pero Nolan se mueve. Su torso se eleva, se despliega sobre mí, apoya sus palmas a cada lado de mi cabeza. Su sombra me cubre por completo. Me mira, sus ojos oscuros ardiendo con una intensidad que me hace estremecer.
— Otra vez… susurra, áspero, como una confesión arrancada de su garganta.
Un escalofrío me recorre. Antes de que pueda reaccionar, sus labios se posan sobre mi clavícula, dejando besos ardientes, puntuados de mordidas ligeras. Su cuerpo se presiona contra el mío, pesado, exigente, y ya siento de nuevo la prueba de su deseo. Mi vientre se contrae bajo la ola de calor que me sumerge.
Desciende lentamente a lo largo de