NOLAN
El silencio traga los kilómetros.
Sus ojos evaden, mis manos crispadas sobre el volante.
Voy rápido. Demasiado rápido.
Las calles se suceden, pero solo la veo a ella. A ella, y sus labios apretados.
Cada segundo en este coche me quema. Si me quedo encerrado con ella un minuto más sin romperme, será un milagro.
Finalmente giro en el camino. Los faros barren la entrada de mi villa, líneas blancas y sombras nítidas.
Apago el motor con un gesto seco.
Por un instante, permanecemos congelados. Solo se escucha el tic-tac de la mecánica que se enfría.
Luego salgo. Cierro la puerta de un golpe.
No espero a que ella me siga.
Pero sus pasos resuenan detrás de mí, rápidos, como si no quisiera darme una ventaja.
Desbloqueo la puerta, la abro bruscamente, la dejo pasar.
Y cuando entra, cuando su perfume llena el vestíbulo…
Cierro la puerta. Lentamente. Un clic que suena como una sentencia.
MILA
Me doy la vuelta, y ahí está.
Demasiado cerca. Demasiado tenso.
Su mirada se engancha a la mía, y e