MILA
El día comienza a asomarse detrás de la ventanilla.
Un hilo de luz azul, frío, cortante.
Sobrevolamos el océano, pero los pasajeros duermen, envueltos en sus mantas grises.
El silencio es casi tranquilizador.
Casi.
Yo, no puedo cerrar un ojo.
Reviso sus palabras.
Sus manos.
Esa promesa en su mirada: "Entonces no me iré."
Pero no hizo nada.
Podría haberme besado. Podría haberlo arruinado todo o haberlo puesto en su lugar.
Eligió... la espera.
Y eso me vuelve loca.
— Mila, ¿puedes ayudarme con las bandejas de adelante?
Me giro.
Tania.
Siempre impecable. Máscara perfecta. Labios bien delineados. Y esa sonrisa educada que oculta mal su estrategia.
Apenas me mira, pero su voz es melosa. Demasiado dulce.
— Claro.
La sigo hacia adelante. Reorganizamos los compartimentos.
Ella habla suavemente, con un aire desinteresado.
— ¿No crees que tiene algo... el comandante Elven?
No me mira. Juega con una caja de cápsulas de café.
No digo nada.
Ella continúa.
— Ese tipo de chico frío en aparienci