Siempre creí que la vida tranquila en nuestra nueva casa duraría muchisimo. Pero la realidad fué otra. duró exactamente… cero segundos.
Esa mañana me levanté con un plan muy simple: café, revisar un par de correos, consentir a Alice, abrazar a Richard y respirar un poco la paz que tanto habíamos buscado.
Pero, por supuesto, nada en mi vida ocurre así de fácil.
Lo primero que noté al abrir los ojos fue un pequeño pie plantado en mi costilla.
Richard.
Dormido boca abajo, abrazado a mi almohada como si fuera un koala en su hábitat natural.
Lo segundo que noté fue a Alice sentada al borde de la cama, con una mano en su Ya enorme vientre,en una sola semana, la bebé decidio hacerse más presente. Alice me observaba con esa cara que mezcla ternura… y una pizca de conspiración.
—Buenos días, amor —dije con voz ronca.
—Buenos días, Carter —respondió ella, con una sonrisa sospechosamente dulce.
Eso nunca es una buena señal.
Me incorporé un poco.
—¿Qué pasa? —pregunté, escrutando su mirada—. Ti