La casa estaba en silencio cuando cerré la puerta detrás de la última visita. El eco suave de las voces de Elena, David, Claire y Marcos todavía flotaba entre las paredes nuevas, como si la casa misma intentara acostumbrarse a la vida que ahora le traíamos. Fue una noche cálida, familiar; de esas que te recuerdan que, por fin, estás construyendo algo que tiene dirección, sentido… propósito.
Pero también dejaba una presión latente, una sombra de responsabilidades que apenas empezaban a mostrarse. Mi madre lo había dicho con ese tono suyo que mezcla cariño, firmeza y sabiduría: “También deben ocuparse de los otros negocios… y de las investigaciones científicas que estaban financiando.”
Alice había asentido, con esa mezcla de determinación y vulnerabilidad que la hace única. “No tengo idea de nada de eso, tendrías que enseñarme.”
“Tranquila. Te enseñaré todo.”, respondió mi madre.
Yo las observé desde el fondo del salón, con Richard dormido en mis brazos. Y aunque no lo dije, lo sentí co