El día había empezado como todos últimamente: con un guardaespaldas siguiéndome como mi sombra… pero una sombra que respiraba encima de mí, hablaba demasiado y caminaba como si fuera mi escolta presidencial. Ya estaba cansada.
—Señora Miller, permítame abrirle la puerta —decía Isaac, mi guardia personal, cada vez que parpadeaba.
—Solo estoy entrando al baño —repliqué exasperada.
—Igualmente debo asegurar el perímetro.
Quise llorar, reír o estrellarme contra la pared. Y las hormonas no ayudaban.
Mi barriga ya se notaba, redonda, preciosa… pero también convertida en una excusa perfecta para que Ethan hubiera contratado a “El Terminator latino versión refinada”. Y me alegra que quiera protegerme, sí, pero ¿UN guardaespaldas 24/7? ¿De verdad?
Le escribí a Ethan:
> Tu soldado de élite me quiere escoltar hasta cuando voy por un vaso de agua. Ayuda.
Me dejó en visto. Y por supuesto eso también me alteró.
A media tarde, Isaac recibió una llamada, se puso recto como si lo hubieran conectado a