No sé en qué momento todo comenzó a sentirse tan pesado. Quizá fue cuando recibí esa carta sellada con el logo de la Comisión de Arte… o tal vez cuando vi mi nombre falsificado en aquel documento que casi me arranca el aliento del cuerpo. Desde ese instante sentí que el mundo se inclinaba, como si el piso quisiera tragarse mis pasos.
Intenté respirar. Intenté pensar con claridad.
Y lo único que pude decirme fue: No puedes fallar. No ahora.
Ethan ya carga demasiado. Washington, la lucha por la custodia total de Richard, la expansión de las galerías. Y yo… ¿yo voy a sumarle esto? No. No voy a ser un peso. No voy a ser la mujer frágil embarazada incapaz de manejar su propia vida. Detesto esa idea. Me araña por dentro.
Así que tomé una decisión absurda, impulsiva, terca —y muy mía, supongo—: ocultarlo. Ese dia,
a las diez de la mañana ya estaba sentada frente a un abogado que por supuesto no era marcos. Uno frío, directo, eficiente… y completamente ajeno a nuestra familia, a Ethan, a tod