La carta está sobre mi escritorio desde hace quince minutos, pero todavía no me atrevo a tocarla de nuevo.
El membrete de la Comisión de Arte y Regulación Cultural de Boston brilla como una amenaza silenciosa.
—Esto no puede estar pasando,no a mi… —susurro.
Mis manos tiemblan. Siento el peso del bebé bajo mis costillas, moviéndose como si también percibiera mi tensión.
La abro por quinta vez.
“Citación obligatoria por presuntas irregularidades en la administración de la Galería Bostón.”
Mi nombre.
Mi firma… una firma que yo no hice.
Me arde el estómago, como si algo me quemara desde dentro.
No. No puedo entrar en pánico.
Puedo resolverlo. Tengo que resolverlo. Soy capaz.
No quiero involucrar a Ethan. Tiene suficiente encima con Richard, los abogados y los inversionistas. Si le cuento, sé que aparecerá en Boston en menos de dos horas, con el ceño fruncido, la mandíbula apretada y el corazón en la garganta. Y no quiero eso. No ahora.
Respiro hondo y guardo la carta en el cajón. Luego me