Cuando el auto donde venia mi padre entró por la larga entrada de cipreses, sentí un nudo que se me cerró en la garganta. No era solo la tensión del día, ni la cercanía del peligro… era la sensación de que todo, absolutamente todo, estaba regresando a su punto de origen.
Ethan estaba de pie a mi lado, con el ceño fruncido y las manos entrelazadas. La mansión de Anne tenía ese aire solemne, como si supiera que esa noche se iban a desenterrar los secretos que marcaron dos generaciones.
La puerta se abrió.
Primero bajó mi padre, David. Me abrazó con una fuerza que me quebró el pecho. Luego bajó Elena Carter, la madre de Ethan, su rostro lleno de emoción contenida. Había sufrido tanto… y aun así, tenía esa elegancia natural que siempre recordé.
Cuando Elena vio a Ethan, sus rodillas casi se doblaron.
—Hijo… —susurró con la voz hecha polvo—. Mi niño… estas aqui … Viniste… que bueno que ya Alice lo sabe, Un momento Elena tu sabias que Ethan estaba vivo y no me lo dijiste? Apenas me entere