Nunca había sentido el silencio tan pesado como en el auto de Anne camino a su mansión. Los faroles pasaban a los lados como destellos fantasmales, y Ethan sostenía mi mano con una fuerza suave pero desesperada. Ambos sabíamos que, después de todo lo que había salido a la luz, nada volvería a ser igual… pero tampoco imaginábamos la magnitud de lo que Anne estaba a punto de contarnos.
—Tu padre, David, y Elena ya están en camino —dijo Anne mientras el auto avanzaba por la entrada bordeada de cipreses—. Este lugar será seguro. Es momento de que estemos únidos como debió ser desde el principio.
Algo en su tono hizo que mi estómago se encogiera.
Ethan y yo fuimos guiados a una habitación amplia, una con un ventanal hacia el jardín y una cama que parecía sacada de un castillo europeo. Anne sonrió apenas.
—Dormirán aquí. Juntos. No tiene sentido que vuelvan a separarse. tienen ropa nueva espero haber acertado con las tallas.
Ethan me miró como si necesitara memorizar cada rasgo de mi rostro