Su rostro, normalmente sereno, estaba pálido.
—Señorita Alice… necesitamos irnos —dijo sin rodeos.
—¿Qué? ¿Por qué? —pregunté mientras el corazón me latía con fuerza.
—Hay un auto vigilando el edificio. Llamé a la policía, pero el señor Ethan me pidió que la sacara de aquí ya!
Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente. Tomé mi abrigo, un par de cosas esenciales, y seguí a Tyler hacia el ascensor. Sentía el aire pesado, como si algo invisible nos observara.
“¿Por qué ahora? ¿Por qué justo cuando mi memoria comienza a despertar?”
El eco de mis pensamientos se mezclaba con el ruido del motor cuando salimos a la calle. Tyler condujo sin hablar, los limpiaparabrisas moviéndose frenéticos contra la tormenta.
—¿A dónde vamos? —pregunté.
—A una casa del señor Ethan, fuera de la ciudad. Está asegurada. Nadie la conoce.
Su tono no dejaba espacio para preguntas. Me quedé mirando por la ventana, y entre el reflejo vi algo que me estremeció: un coche negro detrás de nosotros. No era imaginación.
El