El reloj marcaba las 2:47 de la madrugada cuando desperté empapada en sudor. La ciudad dormía, pero mi mente no.
Por primera vez desde el accidente, las imágenes regresaban nítidas, como relámpagos en la oscuridad.
Vi su rostro. cuando acariciaba mi cabello, escuche Su voz.
El brillo de aquel anillo que encontre sobre mi mesa al despertar.
Y esa nota, escrita con la urgencia de quien huye del tiempo:
“No busques respuestas.”
Cerré los ojos con fuerza, intentando que el temblor en mis manos cesara. Todo dentro de mí gritaba que algo no encajaba, que su partida no fue un simple adiós, sino el principio de algo que aún no comprendía.
La herida seguía abierta.
Y lo peor era que todavía lo amaba.
—Ethan… —susurré su nombre al vacío—. ¿Por qué te fuiste así?
El silencio de mi apartamento era tan espeso que podía escuchar el latido de mi corazón. Me levanté, caminé hacia el ventanal, y observé las luces de Nueva York fundirse con la neblina. No sabía si tenía miedo o esperanza, pero tom