Han transcurrido ya once dias desde que vi cómo se la llevaban en una camilla con las manos temblando y la piel casi translúcida. Once días desde que escuché el monitoreo cardíaco de nuestra hija correr en un hilito delgado como un susurro entre la vida y la nada. Once días que han sido un purgatorio y un milagro al mismo tiempo.
Hoy Alice luce un poco mejor. Después de la transfusión volvió el color a sus mejillas, y aunque su cuerpo está frágil, su mirada tiene luz. Una luz que juro defender con el pecho si es necesario.
La puerta se abre despacio.
David entra primero, con un ramo de lirios blancos entre las manos. Tras él vienen Elena y Anne, y Richard que llega corriendo con su pequeño universo de energía desbordada.
—¡Mami! —grita—. ¡Mami,mami!
Alice ríe.
Su risa… Dios, su risa cura.
El mundo podría romperse y con verla sonreír yo volvería a creer.
David le acomoda la manta con una delicadeza que me rompe por dentro. Anne le acomoda unas hebras de cabello con la misma ternura que