Me senté en un rincón de la recepción, con su bolso en el regazo y el corazón en la garganta. Ese tipo, ese desgraciado… no iba detrás del bolso, quería matarla. Por eso la apuñaló y dejó la maldita bolsa tirada al lado. Respiré hondo, iba a encontrar a ese cabrón.
El móvil de Larissa se había quedado sin batería… Alguien ya debía de estar buscándola. ¿Lo sabrían ya? ¿Debería avisar a Diogo?
Solo de pensar en su nombre, la mandíbula se me tensó.
Confiaba en él… confiaba. Pero la forma en que se acercaba a ella, cómo sonreía cuando él aparecía… me ponía de los nervios. Ya no tenía derecho a sentir