El mundo parecía borroso cuando abrí los ojos.
El dolor en la cabeza latía con fuerza, y sentí el sabor metálico de la sangre en la boca. Me llevé la mano al rostro y noté que me había cortado el labio. El cinturón todavía me sujetaba, y durante un instante me quedé allí, escuchando el motor ahogarse y mi propia respiración entrecortada.
Intenté concentrarme.
Mierda… el coche.
El olor a tierra mojada y a humo de motor quemado me golpeó de lleno.
Me obligué a salir.
La puerta chirriaba, atascada, pero empujé con fuerza y logré abrirla. Salí tambaleándom