(Alessandro)
La clínica estaba en silencio y el pasillo olía a desinfectante y a una tranquilidad fingida. Pero nada de aquello me calmaba.
Mis pasos eran firmes, aunque sentía un dolor sordo donde antes había un órgano menos. Pero era curioso… después de todo lo que había vivido en los últimos días, ese dolor físico era lo de menos.
Abrí la puerta de la habitación despacio.
Cauã estaba allí, sentado frente al televisor, los ojos clavados en la pantalla como si aquello consiguiera distraerle por un segundo. Cuando me vio, una sonrisa leve apareció en sus labios.
— Hola. — dijo bajo, arrastrando la voz.