(Alessandro)
Arranqué aquella maldita bata de hospital de un tirón brusco. La herida seguía doliendo, claro, pero no era nada comparado con lo que ardía dentro de mí. A cada segundo, la idea de que Larissa estuviera en peligro me consumía.
Todos decían que me quedara, que aún no tenía el alta, pero que se jodan todos. Nadie iba a retenerme aquí mientras ella estaba quién sabe dónde.
—Señor Alessandro, por favor, tiene que descansar… —intentó decir una enfermera, pero la ignoré.
Catherine estaba sentada en un rincón de la habitación, llorando en silencio. Levantó la mirada un instante, con los ojos rojos y la voz rota.
—He sido yo… fui yo quien le dijo que fuera a ver a Enzo. Me llamó desesperado, dijo que estaba herido, que sangraba… Yo pensé que solo iba a pasarse un momento. Nunca imaginé que él… que él fuese el responsable de todo lo que le hicieron…
Intenté respirar hondo, contener la rabia. Pero no pude. Solo pensaba en lo estúpida que había sido. ¿Cómo alguien tan cercana podía