(Diogo)
Jueves, 15 de diciembre
Con el paso de los días me di cuenta de lo mucho que Lucas estaba soltándose. Se había encariñado con nosotros de una manera… parecía que llevaba años formando parte de nuestra rutina. A veces venía a mi despacho y se quedaba dibujando en la mesa mientras yo trabajaba, y por la noche no se iba a dormir sin darle las buenas noches a Alice.
Pero, incluso con todo ese cariño, siempre preguntaba por sus hermanos.
— Papá, ¿crees que Bia y los demás están bien? — me preguntaba con esa carita preocupada.
Ahí fue cuando se me ocurrió la idea.
— ¿Qué te parece pasar unos días con ellos, en el campamento donde están? — sugerí. — Así les quitas la morriña y encima te lo pasas bien.
Casi dio un salto de alegría.
— ¿De verdad? ¿¡Puedo!?
Alice se rió, y yo asentí. La verdad es que las obras del nuevo colegio estaban lejos de terminar, así que ese campamento improvisado estaba sirviendo de “hogar temporal” para los críos. Habían instalado una estructura completa con c