(Alessandro)

Estaba en la oficina de casa, con las luces apagadas y solo la luz tenue de la pantalla de la laptop iluminando el ambiente. Mi cabeza hervía. Apenas podía concentrarme en cualquier cosa. Chiara estaba en el cuarto, llorando... otra vez después de una pelea más. Más acusaciones, más reclamos, más silencios que dolían más que gritos.

Decía que ya no era el mismo. Tal vez no lo fuera. Tal vez nunca había sido lo que ella quería que fuera. Pasé todo el día con el corazón apretado, una sensación extraña, como si algo muy malo estuviera pasando.

Larissa... Diogo... ninguno de los dos apareció en el juicio de ese desgraciado. Y yo estaba casi seguro de que ni siquiera sabían que al infeliz lo mataron dentro de la celda, antes de ser llevado al tribunal.

Enzo. Por supuesto que fue él. Tenía todos los motivos para querer callar a ese gusano, y lo logró.

Solté un suspiro y me restregué la cara con fuerza. Mi cabeza palpitaba.

Fue cuando el celular vibró sobre la mesa.

Su nom