(Larissa)
Después de hacer las compras con Catherine, las dos nos detuvimos en la plaza de comidas del centro comercial para conversar. Había quedado con ella para encontrarnos cuando me llamó ayer, diciendo que necesitaba hablar conmigo sobre Pedro.
—Entonces, ¿qué pasó? —pregunté, dedicándole totalmente mi atención.
Catherine miró a los lados y suspiró, cerrando los ojos como si eso fuera a doler.
—Descubrí que él está enfermo, Pedro tiene una enfermedad rara y los médicos dijeron que no pueden hacer mucho por él, al menos no aquí.
—Lo siento mucho, amiga. Yo... nunca me hubiera imaginado algo así...
—Yo tampoco, pero... la cuestión es que terminó conmigo alegando que por saber que va a morir pronto, quiere vivir más su vida.
Mis ojos se abrieron completamente mientras su expresión se volvía cada vez más triste.
—Yo... espera un momento, déjame pensar...
Nuestro pedido llegó y mientras tanto, procesaba todo lo que mi amiga dijo. Por un lado, estaba una persona joven que descubrió que le queda poco tiempo de vida y por el otro, una persona que está viendo al amor de su vida dejarla para vivir sus últimos días lejos.
—La decisión de él de dejarte para vivir es muy... complicada. Él podría haber tenido esa experiencia a tu lado, sabiendo que tendría a alguien que lo amaba con él.
—Yo también pienso así, por eso dolió tanto cuando pasó.
—Bueno, él tiene la cabeza llena. No es fácil recibir una noticia así, pero tú también debes seguir adelante. Pedro es tu gran amor, pero también ya te hizo sufrir mucho. Eres una persona maravillosa y él es quien está perdiendo al no pasar sus últimos días a tu lado.
—Gracias, mi mamá dijo lo mismo. Espero lograr olvidarlo y que desde el fondo de mi corazón, él encuentre la cura.
—Pero si eso pasa, que si Dios quiere, va a pasar, no vas a volver con él. Me cansé de verte sufriendo.
Hice un puchero y una expresión de enojo y ella se rió. Terminamos nuestro almuerzo y fuimos al salón de belleza, donde habíamos hecho cita.
Me acomodé cómodamente en la silla del salón de belleza, dejándome envolver por la atmósfera relajante mientras esperaba mi turno. Catherine estaba sentada a mi lado, hojeando una revista de chismes. Mientras conversábamos, la puerta del salón se abrió y Chiara entró, su cabello rubio destacando su belleza natural.
Percibiendo nuestra presencia, saludó con una leve sonrisa y yo hice lo mismo, sabiendo que mi corazón estaba bastante apretado en mi pecho. Chiara comenzó a caminar en nuestra dirección y Catherine guardó la revista, enderezando su postura.
—Hola, chicas. —dijo, con una sonrisa falsa—. Qué sorpresa encontrarlas por aquí.
—Pues sí, siempre nos gusta venir a este salón. —Catherine dijo.
Chiara se acercó más, mirando los productos que había en el estante a mi lado. En un momento, su tacón alto pisó mi pie arrancando un grito ahogado de mis labios.
—Larissa, ¡discúlpame! Fue un accidente. —murmuró, su mirada extrañamente llena de malicia.
Agachada, mientras examinaba mi pie, levanté los ojos viendo una expresión satisfecha en su rostro al notar la sangre en mi dedo meñique.
—¿Estás bien? —Catherine preguntó, viendo mi expresión de dolor.
Solo asentí para Catherine, mientras aceptaba el algodón que la manicurista me dio. Limpié la sangre que ya había parado y respiré profundo, viendo a Chiara entrar a la sala de depilación.
—Es tu turno, ¿puedes levantarte? —Elizandra, la manicurista, me preguntó y yo forcé una sonrisa confirmando.
Cerré los ojos mientras me lavaba el cabello y mi mente trajo de vuelta la expresión en el rostro de Chiara. ¿Hizo eso a propósito?
Al salir del salón, decidí caminar un poco. Mi mente estaba turbulenta con toda esta cuestión de Alessandro y Chiara. Llegué a casa yendo directo al cuarto a bañarme, cuando terminé, miré el reloj en el celular viendo que ya iban a ser las ocho.
¿Dónde estaba Alessandro?
Fui a la cocina, encontrando a Margarida lavando los platos.
—Señora, no sabía si iba a venir a cenar, pero está listo, puedo calentarlo.
—Está bien, yo lo hago. —dije yendo hasta las ollas y sirviéndome un plato antes de ponerlo en el microondas para calentarlo.
—¿El patrón viene hoy? —preguntó, de espaldas a mí.
—No sé, Marga, no me avisó. Pero puedes irte cuando termines ahí, si él va a cenar cuando llegue, yo me encargo aquí.
Ella asintió confirmando y terminó de lavar los platos antes de irse. Terminé mi comida y lavé los platos, organizando todo dejándolo como Marga lo había dejado.
Subí al cuarto, decidí llamar a mi hermana antes de que se acabara su horario de la noche. Siempre que podía, la llamaba para calmar un poco la nostalgia.
Cuando colgamos, vi que ya eran las diez y que Alessandro aún no había llegado. Él nunca dormía fuera, solo cuando estaba viajando.
Tomé mi celular para llamarlo, pero lo guardé cuando escuché el sonido del auto estacionándose en el garaje. Fui hasta la ventana de nuestro cuarto y lo vi bajar y entrar a la casa.
Corrí al baño y me preparé para dormir, encontrándolo quitándose el saco al salir del baño.
Mi esposo pasó por mi lado después de poner la ropa en el cesto y entró al baño. El aroma dulce me hizo estremecer y esperé escuchar el sonido de la ducha prendiéndose para poder ir hasta el cesto de ropa.
Saqué su saco y camisa, oliéndola para confirmar que había sí, un aroma dulce, un perfume femenino en casi todo el lado derecho de las prendas.
Mi estómago se revolvió de ansiedad. Dejé la ropa en el cesto y corrí a la cama cuando escuché la ducha apagándose. Me cubrí con las sábanas y me volteé de espaldas hacia su lado.
¿Él había estado con Chiara? No reconocía su aroma, pero de todos estos años en que estamos juntos, es la primera vez que regresa a casa con un aroma tan presente en su ropa.
La puerta del baño se abrió y escuché sus pasos yendo hasta el clóset momentos antes de que su lado de la cama se hundiera. El aroma de su jabón llenó el aire y contuve la respiración.
La sensación de humillación y tristeza estaba presente y lo suficientemente fuerte para superar la apreciación que tenía por su aroma.
Me asusté con el sonido de algo vibrando y antes de que pudiera ver qué quería, sentí a Alessandro moverse en la cama.
—Hola. —dijo en un tono calmado y bajo—. ¿Estás segura?... Está bien, voy en camino.
Todavía de espaldas a él, sentí la cama moverse y él levantarse. Alessandro entró al clóset y salió momentos después. El aroma de su perfume llenando el aire. Enseguida, el sonido de la puerta cerrándose me hizo levantarme y mirarla.
Tomé mi celular, viendo que eran las tres y media de la madrugada. ¿Iba a encontrarse con Chiara?
Las lágrimas se empeñan en brotar en mis ojos y sin fuerza suficiente para detenerlas, las dejé escapar en el momento en que escuché el sonido de su auto prendiéndose y alejándose.
***
—¿Qué pasa, no dormiste bien? —Rafael preguntó sentado frente a mí.
—No, tuve insomnio en la madrugada y no pude dormir más. —Parpadeé tratando de alejar el sueño, pero el bostezo que vino enseguida me delató.
—Voy a pedir un energizante para ti. Hoy necesitas estar despierta para la conferencia del Sr. Oliveira. ¿Te imaginas si te duermes mientras él recita el mismo testamento?
Sus palabras me hicieron reír e hice la señal de la cruz con los dedos. Rafael le hace señas a la mesera y pide el energizante antes de detenerse y mirarme.
—Sabes que me pones nervioso cuando me miras así.
—Lo que sé es que estás hermosa hoy. —Puse los ojos en blanco mientras él se reía.
—No sé si confío en ti. —La chica trae el energizante y bebo un poco haciendo mueca—. Dios, realmente no hay forma de que me guste esto.
—Eres caprichosa.
—¿No era hermosa hace unos segundos? —pregunté poniendo la bebida en la mesa.
—Todavía lo eres, pero eso no tiene nada que ver con tu capricho.
Le di una palmada de juego en su brazo haciéndolo reír. Nuestro pedido llega y comemos con calma antes de regresar a la empresa.
Como Rafael había dicho, Sr. Oliveira dio su conferencia de casi dos horas y cuando estaba a punto de terminar, un bostezo exagerado salió de mis labios, haciendo que Rafael dejara escapar una risa.
Abrí los ojos completamente mientras él se tapaba la boca, dándose cuenta de que llamamos la atención de algunas personas.
—Disculpa. —pidió, pero quien no debía ya se había dado cuenta.
—¿Algo gracioso entre ustedes dos, Larissa y Rafael? —Sr. Oliveira preguntó insatisfecho.
—Para nada, señor. Nos disculpamos. —pedí tratando de mantener una expresión seria.
Mi jefe volvió a hablar y miré con cara fea a Rafael mientras trataba de contener la risa. Solo que se me quitó rápidamente al ver a Alessandro, parado cerca del elevador, mirándonos.
Conocía esa expresión, estaba muy enojado. Su atención fue captada por un momento cuando Chiara se acercó, pasando el brazo por el suyo y diciendo algo, que lo hizo reír, pero mirar en nuestra dirección otra vez.
Maldición, la misma sensación de antes volvió. La emoción que Rafael me traía, siempre moría cuando de alguna forma interactuaba con Alessandro.
—¡Finalmente! —Rafael habló bajo a mi lado y lo miré, dándome cuenta de que mi jefe había terminado—. ¿Qué tal si nos encontramos en el club mañana? Llamé a Catherine y dijo que solo va si tú vas, y creo que deberías ir ya que ella necesita distraerse un poco.
—Está bien, pero vamos como amigos, ¿escuchaste?
—Tú mandas. Si cambias de opinión allá, avísame. —Guiñó el ojo y salió riéndose—. Las encuentro allá a las diez.
Asentí confirmando, volviendo a mirar hacia donde estaba Alessandro, pero gracias a Dios había desaparecido.
Volví a mi oficina, tratando de enfocarme en mi trabajo. Le mandé un mensaje a Catherine confirmando que íbamos a salir y cuando llegó mi hora, arreglé mis cosas y fui al estacionamiento.
Tan pronto como las puertas se abrieron, mis pies se quedaron inmóviles al presenciar la escena.
—Discúlpeme. —alguien dijo detrás de mí, entrando al elevador otra vez y desapareciendo de ahí.
Pero yo continué, viéndolos alejarse y Alessandro mirarme con un poco de confusión y rabia. Chiara sonrió, volviendo a sostener su brazo como la otra vez.
Mis ojos estaban fijos en los de Alessandro, pero cuando sentí el nudo en la garganta y las lágrimas empeñándose en venir, forcé mis piernas a moverse.
—Buenas noches, Sr. Moratti. —dije con la voz baja, pasando por ellos y entrando a mi auto.
Mis manos estaban temblando al punto de hacerme tirar la llave al suelo. Respiré profundo, viendo mi visión borrosa por las lágrimas. Finalmente lo logré y encendí el auto, saliendo sin mirar atrás.
Una sensación mala invadió mi pecho y ya no podía ver bien en medio del llanto. Busqué un lugar para estacionarme y dejé, en un intento fallido, que la tristeza se desbordara junto con el dolor que estaba sintiendo.
No debía estar así, nunca me fue prometido su amor, su fidelidad, él nunca me dio una pista de que eso pasaría.
Todo lo que justificó este sentimiento que tengo y la forma como fue creciendo, fue solo porque mi mente creó esas fantasías en el momento en que él me buscaba únicamente para satisfacer su placer.
El único momento en que estaba más vulnerable y veía un poco de algo ahí, aun sin saber qué sería.