(Larissa)
—Alessandro, necesitamos conversar.
Él estaba mirando el celular otra vez, levantó los ojos brevemente, pero rápidamente volvió su atención al teléfono, ignorándome completamente.
—Alessandro. —Intenté de nuevo, mi tono volviéndose más insistente—. Por favor, escúchame.
Pero él continuó escribiendo frenéticamente en su teléfono, como si yo no estuviera ahí. Sentí una mezcla de dolor y frustración creciendo dentro de mí mientras lo observaba, sin siquiera preocuparse por darme atención.
Me acerqué lentamente, él ni siquiera había notado mi presencia, completamente absorto en lo que leía.
Respiré profundo, tratando de contener la inseguridad que se acumulaba dentro de mí. Cuando lo llamé antes, él apenas murmuró algo sin quitar los ojos del aparato.
Ahora, ya sin paciencia, extendí la mano y toqué levemente el celular.
Sus ojos se levantaron inmediatamente hacia mí, la expresión cargada de irritación. En un movimiento rápido, retiró el celular, apretándolo con fuerza entre los dedos.
—¿Qué quieres? —Su voz salió áspera, como si lo hubiera interrumpido en el momento equivocado.
Tragué saliva, sintiendo una opresión en el pecho. Él nunca tenía paciencia para mí últimamente. Aun así, necesitaba hablar.
—Necesitamos conversar. —Suspiré, reuniendo valor para continuar—. Pero quiero tu atención total, Alessandro. ¿Puedes, por favor, dejar el celular a un lado por un momento?
Él abrió la boca para responder, pero antes de que pudiera decir cualquier cosa, el celular vibró en su mano. Con un movimiento, bajó los ojos a la pantalla y, en un segundo, abrió el mensaje.
Observé su rostro, y fue imposible ignorar el brillo sutil que surgió en su mirada.
Ese tipo de brillo que nunca vi cuando me miraba a mí. Mi estómago se revolvió. ¿Quién tenía el poder de provocar esa reacción en él? ¿Quién estaba del otro lado de ese mensaje? ¿Era Chiara?
Él escribió algo rápidamente, guardando el celular en el bolsillo.
—Tengo que salir. —Anunció, sin ni siquiera mirarme.
Sostuve su brazo, casi sin darme cuenta.
—Alessandro, por favor... Puedes irte después. Necesitamos conversar ahora. —Mi voz salió temblorosa, casi como una súplica.
Él retiró el brazo con firmeza, alejándose de mí.
—Es urgente. Conversamos después. —Su respuesta fue fría y cortante.
Y entonces se fue, sin mirar atrás, dejando solo el sonido de la puerta cerrándose detrás de él.
Me quedé ahí, inmóvil, sintiendo el vacío crecer a mi alrededor. Mis ojos ardían, y las lágrimas comenzaron a formarse, pero parpadeé rápidamente, limpiándolas antes de que cayeran.
Contuve el llanto, forzándome a respirar profundo. Ya debería estar acostumbrada a esto. Pero, por algún motivo, este dolor solo parecía aumentar cada día.
***
Dos semanas pasaron y Alessandro pasó más tiempo viajando que en casa o en la empresa.
Hoy, los dos nos íbamos a encontrar por primera vez después de mucho tiempo y confieso que estaba un poco nerviosa. Mi mente siempre se empeñaba en hacerme recordar que Chiara ahora estaba libre y ¿quién sabe si los dos no se encontraron en este tiempo?
—¿Está todo listo? —Catherine preguntó, entrando a mi oficina con su computadora en las manos.
—Sí, ¿vamos?
Ella asintió confirmando y las dos salimos de mi oficina. Nos encontramos con Rafael y su pasante en el elevador.
—El jefe regresa hoy, ¿estará de buen humor? —Cathe lanzó la pregunta al aire.
—Con toda seguridad. —Rafael dijo sonriendo y las dos lo miramos curiosas.
—¿Por qué tienes la certeza? —Pregunté confundida. Tal vez él sabía algo.
Pero no tuvo tiempo de responder, enseguida las puertas se abrieron y Liliane, asistente personal de Alessandro, entró al elevador. Ella siempre fue chismosa y con seguridad le encantaría saber que estábamos hablando de él.
El silencio permaneció hasta que la puerta se abrió y entramos al pasillo, estaba distraída conversando con Catherine cuando escuché una maldición baja viniendo de Rafael. Las dos lo miramos y entonces seguimos su mirada, que estaba fija justo al frente nuestro.
Ahí, frente a la puerta de madera de la sala de reuniones, estaba Alessandro con su presencia imponente y a su lado, una rubia muy hermosa. Ella también era alta, comparada con su altura.
—¿Qu... quién es esa? —Pregunté sintiendo mi pecho apretarse.
—Chiara. —Rafael susurró a nuestro lado.
Catherine abrió los ojos completamente y volvió a mirar a los dos. Estaban conversando algo que extrañamente hizo reír a Alessandro. Fueron pocas las veces que lo vi reír, pero ninguna se acercó tanto al brillo que tuvo esa sonrisa de ahora.
Ella tocó su hombro y asintió, antes de comenzar a venir en nuestra dirección. Mi mirada se encontró con la de Alessandro, que poco demostró cualquier emoción y entró a la sala de reuniones.
La rubia pasó por nosotras, pero se detuvo cuando reconoció a Rafael.
—¡No lo puedo creer! —Dijo con una emoción extraña.
Rafael sonrió y la abrazó. Los dos comenzaron a conversar y yo los observaba, en realidad, la observaba a ella. Era hermosa, elegante y parecía ser muy inteligente.
—Vamos. —Cathe me toca el brazo y me volteo hacia ella, confirmando y alejándome de ellos.
Mi boca tenía un sabor amargo, que traté de ignorar mientras entramos a la sala de reuniones.
Él estaba sentado en el lugar de siempre, en la cabecera de la mesa. Junto con Catherine, fuimos hasta la otra cabecera de la larga mesa de caoba pulida, me senté nerviosamente organizando mis apuntes mientras esperaba que llegara su equipo.
Podía sentir la mirada de Alessandro en mí, pero lo ignoré para que no perturbara mi mente. El Sr. Oliveira entró a la sala con una sonrisa confiada, seguido por los miembros del equipo, cada uno cargando sus carpetas y tablets. Por último, Rafael entró a la sala con su pasante y vino a sentarse a mi lado.
Respiré profundo, tratando de ignorar la tensión que siempre flotaba en el aire en presencia de Alessandro. Concentrada, encendí el proyector para mostrar mi trabajo e ideas para la nueva línea de productos.
—Gracias por estar aquí hoy. —Comencé, manteniendo la voz firme y profesional—. Estoy emocionada de compartir mi visión para el empaque de nuestra nueva línea de cuidado para la piel.
Comencé a explicar mis ideas, deslizándome por las diapositivas con fluidez mientras describía cada elemento del diseño. Pero entonces, me di cuenta de que mientras hablaba, Alessandro miraba el teléfono, claramente desinteresado.
Su comportamiento desdeñoso me causaba cierta irritación, pero mantuve la compostura, determinada a no dejar que mis emociones interfirieran en la presentación.
Cuando terminé, el Sr. Oliveira aplaudió, elogiando mi creatividad y visión.
—Excelente trabajo, Larissa. Estoy seguro de que esta línea será un gran éxito. —Dijo animado, mirando a Alessandro en busca de saber si él también había aprobado. Pero el hombre mantenía su expresión seria en el rostro.
Volví a sentarme y Catherine asumió el lugar de la presentación. Las próximas una hora y media fueron con los otros miembros dando sus ideas y mostrando sus avances en el proyecto.
La reunión finalmente llegó a su fin y estaba a punto de salir de la sala cuando la voz de Alessandro me hizo detenerme. Catherine me lanzó un "Buena suerte" y salió con los otros, dejándome sola con él.
—¿Sí, Sr. Moratti?
Me volteé para encontrarlo parado, mirándome como si estuviera enojado. Pero entonces, Alessandro dio un paso y levantó la mano, tocando mi rostro con una gentileza que conocía muy bien.
—¿Qué...
—No digas nada. —Dijo y al momento siguiente su boca estaba pegada a la mía.
Totalmente tomada por sorpresa, sin entender por qué estaba haciendo esto aquí y ahora, apoyé mis manos en su pecho y traté de empujarlo.
—¿Qué estás haciendo? ¡Alguien puede entrar aquí!
Él respiró profundo y entonces pasó por mi lado.
—Vamos a mi oficina.
Salió por la puerta y yo la miré por un momento antes de seguirlo. Tan pronto como entré a su oficina, sus brazos me envolvieron y me levantaron del suelo. Sus labios se estrellaron con los míos una vez más, solo que ahora el beso estaba más necesitado.
Él nos llevó hasta el sofá, acostándome y suspendido encima de mí.
Sus grandes manos palparon mis nalgas y muslo mientras sus besos se esparcieron por la piel expuesta en mi escote.
—Alessandro, alguien...
—Te dije que te callaras.
Mordí el labio cuando sentí sus dedos presionar mi clítoris. Mi ropa interior fue jalada hacia un lado y en segundos lo sentí penetrarme. Alessandro volvió a besarme con fervor, mientras trabajaba con sus dedos allá abajo.
En algún momento, él había desabrochado el cinturón y entonces lo sentí llenarme por completo.
Un sonido ahogado salió de mis labios y me los tapé, con miedo de que alguien nos escuchara. Sus embestidas eran lentas, pero lo suficientemente profundas para hacerme llegar al límite.
—Así no funciona, necesito movimiento... —Refunfuñó y después de dar otro beso, se sentó en el sofá jalándome a su regazo.
Jalando mi falda hasta mi cintura, me posicionó encima de su miembro y bajé, sintiéndolo aún más profundo por la posición. Comencé con los movimientos, sabiendo el ritmo que le gustaba cuando estábamos así.
Sus ojos se encontraron con los míos, era nítida la lujuria y deseo en ellos. Y era ahí donde me perdía, donde mi corazón siempre creaba un poco más de esperanza de que tal vez él sintiera algo por mí.
Su mano agarró mis nalgas, aumentando mi ritmo mientras la otra vino hasta mi nuca y me jaló, para que otro beso se iniciara. En medio del sonido de gemidos bajos y nuestra piel rozándose, me deshice en su regazo, llegando al clímax y conmigo, Alessandro derramándose dentro de mí.
Él suspiró, recostando su frente en mi hombro mientras trataba de controlar la respiración.
—Puedes irte. —Dijo cuando volvió a mirarme.
Su mirada había cambiado, todo cambió. Y sabiendo que no volvería tan pronto, asentí, saliendo de su regazo y yendo hasta el baño en su oficina para limpiarme.
La sensación de humillación hizo que se formara un nudo en mi garganta. Me miré en el espejo del baño, sintiendo mis ojos brillar con las lágrimas. Las reprimí, limpiándome un poco con el papel toalla y entonces salí del baño, tomé mi computadora y salí de su oficina, sin siquiera mirar. No quería que él viera mi tristeza al descubierto.