Alfa, tenemos un Bebé.
Alfa, tenemos un Bebé.
Por: Naths
Introducción: Decepciones y venganzas entre poderosos.

 

En un principio. 

—Elijah, amor mío, hazme tu luna y entre los dos tendremos el mundo a nuestros pies —, susurró seductoramente Thalía, la princesa de los brujos, al alfa supremo de los lobos, envolviéndolo en un hechizo de palabras, mientras sus ojos brillaban con el deseo de poder y conquista.

Elijah, quien había experimentado la traición de aquellos que solo buscaban aprovecharse de su posición como rey, creyó en un principio que Thalía era diferente. Pensaba que finalmente había encontrado a una mujer que lo entendía, a una amante perfecta. Sin embargo, pronto descubrió que ella solo pretendía tomar el trono de los lobos a su lado.

—¿Qué te has creído? —, le contestó Elijah ocultando su desilusión. —Yo jamás dejaría que una bruja sea mi luna.

—Soy una princesa, y al unirte a mí, tu poder crecerá —, argumentó Thalía con voz melosa. 

Enfurecido y sintiéndose utilizado, Elijah respondió con desprecio: —Si algún día decidiera ligarme a otra especie, no sería a los sucios y despreciables brujos, y en caso de que fuera una obligación, elegiría a tu hermana. 

Llena de ira y sed de venganza, Thalía dio dos pasos atrás y levantó su mano hacia el cielo oscurecido, con los ojos fijos en la manada que se extendía ante ella. Su cuerpo parecía vibrar con la energía oscura y su cabello se agitaba como si estuviera siendo acariciado por un viento invisible y siniestro.

—Oh, lobos orgullosos y poderosos, os condeno a la perdición eterna. Soportaréis la pérdida de todo lo que os enorgullece, de todo lo que os da poder. Vuestras garras se debilitarán, vuestra ferocidad se disipará como una sombra en la noche. Seréis arrastrados por el camino hacia la extinción, dejando atrás solo el eco agonizante de lo que una vez fuisteis—, proclamó Thalía con rencor y satisfacción retorcida.

Mientras, la energía oscura a su alrededor se intensificó, formando espirales tenebrosas que envolvían sus manos extendidas.

La magia negra se desató en un torrente poderoso, guiada por la voluntad inquebrantable de Thalía. Rayos carmesíes danzaban a su alrededor, iluminando su figura con un resplandor infernal y con cada verso maldito pronunciado, el hechizo se fortalecía, solidificando la condena que se cernía sobre la manada de lobos.

El impacto del hechizo sobre los lobos fue inmediato, sus aullidos llenaron el aire, cargados de una desesperación y angustia desgarradoras. La maldición se aferró a ellos como una sombra asfixiante.

Al regresar a su hogar, encontró a su hermana sonriendo felizmente. Consumida por la envidia y el odio, Thalía no pudo soportar la felicidad de su hermana. Determinada a exponer el romance secreto de Dayanara con el líder de los gnomos, confrontó a sus padres, los brujos reales, denunciando la abominación que crecía en el vientre de Dayanara.

Furiosos y cegados por sus creencias, los reyes brujos le ordenaron a la princesa Dayanara, la bruja más poderosa de todas, que debía eliminar a la criatura que albergaba en su vientre.

Sin embargo, Dayanara se negó a cumplir, defendiendo la bondad y el amor que existía en la unión de diferentes especies. Y por expresar su desafío y proteger el fruto de su amor, la encarcelaron en un oscuro calabozo.

Con el tiempo, ella dio a luz, siendo atendida por una partera. 

Al posar los ojos en su hermosa niña, con cabello rojo como el fuego y con ojos tan verdes como el bosque que los rodeaba, Dayanara no pudo evitar sonreír maravillada.

—Eres preciosa —, susurró suavemente, acunando a la recién nacida entre sus brazos. 

—Algún día volverás, mi amor, y ocuparás tu lugar legítimo, porque no hay ser en este mundo más poderoso que tú. — La voz de Dayanara temblaba, mientras susurraba estas palabras antiguas al oído de la bebé. 

De la palma de su mano, una luz radiante surgió y se transfirió al cuerpo de la niña.

—Esto es por tu propio bien —, musitó, mientras la bebé lloraba desesperadamente.

Con lágrimas en los ojos, la partera llevó en secreto a la niña al lugar más profundo del bosque, donde la abandonó.

Mientras los llantos de la niña resonaban entre los árboles, Thalía desató otro ataque implacable contra los lobos, alimentada por su resentimiento.

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