Liam Jones .
Era un día importante, un hito en la historia de los consorcios Jones y Hills. Firmar ese contrato me había llenado de satisfacción.
Con un suspiro de alivio, tomé la botella de champán que había mandado a buscar y empecé a servirlo en dos copas cristalinas.
—Salud, socio —dije con una sonrisa amplia, levantando mi copa hacia Edwards, mi nuevo compañero de negocios.
Edwards sonrió, aunque su expresión tenía un matiz de nostalgia, como si estuviera atrapado en recuerdos lejanos.
—Mi hija estaría muy alegre. Luego la llamo y le cuento —respondió, tomando un sorbo del líquido espumoso.
—¿Cuándo vuelve de París? —pregunté, curioso por saber cuándo podría volver a disfrutar de la companía de Selene.
—Tardaría dos años —replicó Edwards—. Hará una especialidad en finanzas.
Asentí, recordando una conversación que había tenido con su hija, Selene. Una sombra de preocupación cruzó mi mente:
“¿Acaso ella ha desistido de mí o simplemente me está dando tiempo?”
—Es su única hija,